Los Picos de Europa, un paseo por las cimas del norte

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@page { margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } Entre Asturias, Cantabria y León se alzan como majestuosos vigilantes los Picos de Europa, el primer Parque Nacional de España con más de 65.500 hectáreas de territorio. Montañas, bosques, ríos, fuentes y lagos se reparten el atractivo de un emblemático lugar en el que, según cuentan las leyendas, habitan trasgos, hadas y otras criaturas mitológicas que cuidan de la magia de sus rincones. Mitos a parte, este entorno natural da cobijo a un rico catálogo de animales y plantas que constituyen la fauna y flora más representativa de nuestra Península Ibérica.

Paseando entre sus lindes, los visitantes comprenden por qué el ser humano no debe alterar esos tesoros que nos regala la naturaleza para que todo aquel que se precie pueda disfrutar del espectáculo geológico en todo su auge. Conectar con el entorno, saborear el paisaje, escuchar el cuchicheo de los animales o sentir el viento empujar tus pasos, experiencias que todos deberíamos experimentar para valorar lo que tenemos en nuestra geografía.

Capricho de aventureros, el macizo montañoso de los Picos de Europa es el corazón de roca caliza que bombea la cordillera Cantábrica. Muchas de sus cimas superan los 2.500 metros, y desde ellas puede observarse el mar esperando en el horizonte.

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Sus picos más representativos

El macizo Occidental o Cornión, el macizo Central o de los Urrieles, y el macizo Oriental o de Ándara se reparten las montañas más significativas del Parque Nacional. El macizo de los Urrieles cuenta con el relieve más agresivo y es el que más se acerca a tocar el cielo. Su pico más alto, la Torre de Cerredo, con 2.650 metros de altitud, tiene la medalla de bronce de las cimas de la Península Ibérica.

Pero si los dioses tuviesen que elegir un Olimpo en los Picos de Europa ése sería el Naranjo de Bulnes, o Picu Urriellu, una roca con apariencia divina cortada en su cara oeste con una pared vertical de 550 metros, que marcó los inicios del alpinismo español. Su cima fue conquistada por primera vez un 5 de agosto de 1904 por Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, y Gregorio Pérez 'el Cainejo', un pastor emblemático de la zona.

El Cornión se alza en un sombrero de tres picos formado por la Peña Santa, la Torre de Santa María y la Torre Santa de Enol. El macizo de Ándara, de menor altura que los otros dos, está coronado por la Morra de Lechugales, con 2.444 metros sobre el nivel del mar. Juntas, estas montañas componen la espina dorsal de un paraje que fue declarado Parque Nacional en 1918, cubierto por bosques atlánticos de hayedos, encinas y robles, como los de Sajambre y Valdeón, y salpicados por vegas y majadas cuyos habitantes alimentan en sus pastos a sus rebaños.

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Lugares de interés

El lago Enol y el lago Ercina forman los Lagos de Covadonga, que recogen sus aguas en cuencas talladas por la erosión glaciar. Se llega a ellos desde Cangas de Onís, y desde la paz de sus orillas se puede disfrutar de un paisaje inigualable.

Para los amantes del senderismo, el paseo más recomendable es la Ruta del Cares, un camino excavado en la roca que bordea el espectacular cañón trazado por el río. Comunica las localidades de Caín (León) y Poncebos (Asturias) a lo largo de 12 kilómetros.

Los miradores de Fuente Dé y Ordialeso nos regalan las mejores panorámicas de los Picos de Europa. Al primero se accede mediante el teleférico, que salva un desnivel de 800 metros en 5 minutos, posándote en un lugar privilegiado desde el que se admiran las cumbres más altas del Macizo Central. Para llegar al mirador de Ordialeso puedes tomar una senda que parte de los Lagos de Covadonga, desde el que se divisa el Valle de Angón. Un paseo de 6 horas entre la ida y la vuelta que te permitirá disfrutar del paisaje más característico del Parque Nacional.

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El Parque Natural, un entorno protegido

Los Picos de Europa ostentan el título de Parque Nacional desde 1918. Esto quiere decir que sus paisajes, pastos, aguas y montañas están especialmente protegidos para garantizar su conservación. Los visitantes deben saber que hay ciertos detalles en los que deben poner mayor atención, ya no solo por tratarse de una normativa, si no por una cuestión de respeto al Medio Ambiente. Que cada uno de nosotros cuide los lugares que visita permite que los que lleguen después puedan disfrutar de estos parajes con la misma pureza con la que nos han recibido a nosotros.

Por eso es importante no alterar el ecosistema, no recoger flores ni minerales y, por supuesto, no esparcir desperdicios. La caza y la pesca están prohibidas, y los animales deben ser observados pacíficamente. Sus aguas deben quedar a salvo de detergentes y otras sustancias, para garantizar su limpieza. No olvides que, si visitas alguno de estos parques, estarás conociendo uno de los mayores tesoros que tenemos en nuestro país. La naturaleza es responsabilidad de todos, por eso tenemos que mimarla como ella lo hace con nosotros.