Adiós al periodista "más fiable"

Los medios de comunicación estadounidenses están de luto tras la muerte el pasado viernes del periodista de televisión Walter Cronkite, que marcó una época con sus crónicas y de quien todos coinciden que será "irrepetible".

Según informaron sus allegados, , donde ya descansan los restos de su esposa, Betsy, tras un funeral el próximo jueves en Nueva York, donde residía. el anchorman

Las distintas cadenas de televisión se han apresurado a emitir programas y homenajes especiales a este periodista que anunció al mundo la muerte del presidente de EEUU, John Kennedy, la llegada del hombre a la Luna, y la imposibilidad de una victoria estadounidense en Vietnam.

Su fallecimiento a los 92 años ya hizo que los informativos vespertinos dedicaran la mayor parte de su contenido a informar de la muerte del hombre "más fiable de EEUU", como se le llegó a conocer.

Desde entonces no han dejado de lloverle los tributos, con el presidente estadounidense, Barack Obama, a la cabeza.

Si Obama, apenas una hora después de conocerse la noticia, recordó que el periodista "fue alguien en quien podíamos confiar para que nos guiara a través de los temas más importantes del día, la voz de la certeza en un mundo incierto", la NASA recordaba su cobertura de la llegada del hombre a la Luna.

"Desde los primeros días del programa espacial, Walter llevó la excitación, el drama y los logros de los vuelos espaciales directamente a nuestros hogares", explicó el administrador de la agencia, Charles Bolden.

Sus colegas y sucesores hablan por su parte de un maestro de reporteros, alguien a emular pero inimitable.

No era sólo su característico mostacho, su voz tranquila o la muletilla "and that's the way it is" ("y así es") con la que terminaba sus boletines .

Era también otra época, una en la que apenas existían tres cadenas de televisión en EEUU -en muchos otros países había que considerarse afortunado si había una, o como mucho dos-, el concepto de internet era pura ciencia ficción, y el acceso a la información era mucho más limitado.

Como recuerda el crítico de periodismo Howard Kurtz en The Washington Post, fue "una era en la que un presentador podía presumir -sin contradicciones de los bloggers, las redes sociales u otros críticos implacables- de que lo que acababa de contar era efectivamente el retrato exacto de la realidad".

Era también una época en la que una sola cadena de televisión contaba con tanta audiencia ella sola (veinte millones de personas para la CBS en los tiempos de Cronkite) como hoy el total de los programas de noticias en las emisoras en abierto.

O, como explica Alessandra Stanley en The New York Times, "cuando Cronkite era el número uno, las noticias del telediario nocturno importaban. Ahora los universitarios obtienen su información de los blogs y Comedy Central (una cadena dedicada a los programas cómicos), no CBS. Las familias no se reúnen a cenar delante del telediario".

No cabe duda, pese a todo, de que Cronkite marcó una época.

Este periodista formado en una agencia de noticias, UPI, donde aprendió el valor de la rapidez y la concisión, informó al país de la muerte de Kennedy en 1963 tras sofocar un sollozo.

Su manera de presentar las noticias, llana, como si mantuviera una conversación con el público, quebró moldes cuando los presentadores de entonces se limitaban a leer un guión rígidamente.

"Oh Boy!" -una exclamación de asombro que podría traducirse libremente como "¡hala!"- fueron las primeras palabras con las que transmitió al mundo la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969.

Una visita a Vietnam le llevó a concluir que EEUU no podía ganar esa guerra. Pocos días después, el presidente Lyndon B Johnson anunciaba que no concurriría a la reelección .

"Si he perdido a Cronkite, he perdido al estadounidense medio" , comentó entonces.

Las crónicas de Cronkite se hicieron aún más imprescindibles durante los años setenta, en pleno escándalo Watergate, para tratar de entender la complejidad de esa trama que acabó con el presidente Nixon.

El periodista se vio obligado a jubilarse muy a su pesar a los 65 años, en 1982.

Continuó siguiendo las noticias asiduamente y criticó con dureza los recortes en las redacciones de los informativos.

La muerte le llegó a raíz de una enfermedad degenerativa cardiovascular que se le había diagnosticado hace algunos años, indicó CBS al anunciar la muerte de un gigante del periodismo.