"Nunca la información fue tan pobre como en la era de la superinformación"

Diego Buñuel también se queda pegado al sofá cuando ve escenas violentas en televisión. "Es excitante, como mirar pornografía... Y cuando termina, cambias el canal", admite. Este ex reportero de guerra francés de 34 años -sí, su apellido le delata, es nieto de Luis Buñuel- se cansó de que los espectadores sólo conocieran, según él, el 1% de lo que pasa en zonas de conflicto. Y se propuso mostrar el otro 99% con su serie documental No le digas a mi madre que estoy en... .

Las dos primera temporadas, esos puntos suspensivos iban seguidos de destinos tan poco sugerentes como Afganistán, Congo, Gaza o Corea del Norte.

Para la tercera tanda de episodios, que arranca en National Geographic el 11 de junio (22.15), Buñuel ha elegido las "más locas ciudades del mundo", explica en una pausa del montaje, sentado en un despacho de su oficina de París.

"Hace dos años leí un informe de Naciones Unidas en el que decía que, por primera vez en la historia, vivía más gente en las ciudades que en el campo. Eso me dio la idea para hacer esta serie", cuenta. "Si nuestro futuro va a estar en las ciudades, quiero saber cómo vamos a manejar la polución, la violencia, la superpoblación...", y "ver cómo trabajan ellos sobre sus problemas y las ideas que tienen", añade.

Las finalistas fueron "las más increíbles": empieza con Johannesburgo (capital del mundo del fútbol hasta el 11 de julio), Lagos, Delhi, Dacca, Sao Paulo o México.

En esa selección no caben las urbes del primer mundo. "No representan una realidad para el resto del planeta. Nosotros vivimos en otro", asegura.

Diez días son los que Buñuel ha permanecido en cada uno de los destinos. Se lleva la lección aprendida desde París, donde prepara el trabajo durante un mes. "Tengo unas carpetas con cada país que me interesa, y desde hace diez años voy guardando en ellas todos los recortes de prensa que me llaman la atención. Con eso, me hago una primera idea de lo que puedo hacer. Y sobre el terreno, tengo traductores, que son los que hacen los primeros contactos".

Y cuando llega, empieza a grabar. "Nunca quiero ir antes. Pierdes el primer golpe de vista y la espontaneidad. Quiero que la cámara grabe la emoción y la sorpresa".

Busca salirse del carril, de los disparos, muertos y drama que bombardean al espectador desde todos los informativos y medios impresos.

"Ese es el mayor problema con la información hoy. En toda la historia del mundo, nunca tuvimos tantos accesos a la información y a las imágenes. Pero, y ahí la paradoja, "nunca la información fue tan pobre como en la era de la superinformación".

Así definió el objetivo de su producción: "Llevar a los espectadores una visión del mundo más realista".

"Cuando te mandan a Afganistán es para hacer 'talibán, opio o burka'. Cuando te mandan a Colombia es para hacer 'secuestros, cocaína o guerrilla'. Si me mandan a España sería para hacer 'toros, Real Madrid y flamenco'. Los estereotipos más básicos de los países. Y la tragedia es que eso es un 1% de la realidad de esos países".

Él muestra el 99% restante. Y siempre con una sonrisa de oreja a oreja, la misma con la que recibe en París. O una media sonrisa de ciudadano perplejo. "Llevar humor a situaciones donde en principio no hay, pero que al final tanto ayudan a sobrevivir. Informar sobre la violencia, pero también sobre sus soluciones", propone.

Johannesburgo es el primer y claro ejemplo. Es una de las ciudades con el índice de criminalidad más alto del mundo. Allí, Buñuel acude a un campo de tiro donde aprende a defenderse. Al anochecer, se suma a una patrulla vecinal, que captura a un traficante de drogas. En paralelo, asiste a una clase de ballet donde se demuestra la importancia de este tipo de actividades para erradicar la violencia entre las clases más desfavorecidas.

Buñuel reclama para corresponsales como él "la libertad de hacer las historias que son más interesantes, más reales y más humanas".

Y mientras remata los capítulos de la tercera temporada de No le digas a mi madre..., el reportero ya piensa en el próximo destino.

Serán "lugares perdidos de los mapas": Georgia, Chechenia, Azerbayán, Tayikistán, Turkmenistán, el cuerno de África...

Y Estados Unidos, probablemente. Como "uno de los países más violentos del mundo, tiene potencial para protagonizar un buen programa", concluye.