Matthew Weiner: "Sentí pavor al elegir el reparto de 'Mad men"

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Antes de crear la agencia Sterling Cooper de la avenida Madison, de Nueva York, en torno a la que gira Mad men, de la cabeza de Matthew Weiner ya habían salido algunos de los conflictos de una familia de mafiosos, Los Soprano, que cambiaron la manera de entender la ficción de televisión. Ahora que arranca la séptima y última temporada de Mad men (desde el 6 de abril en Canal + Series ), Weiner (29 de junio de 1965, Baltimore, Maryland, USA) hace balance de la serie y de su desenlace.

¿Qué piensa sobre la temporada final?

Es interesante. Algo así como fragmentos distintos, en los que nos vamos despidiendo. En parte se me hace raro, me da la impresión de que empecé solo en una habitación, escribiendo con un ayudante y unas notas, y de que ahora vuelvo al mismo punto. Ahí estoy, solo, con un boli. El proyecto lo desarrollan personas y esa es la parte más dura: han pasado 14 años desde que escribí el piloto, una tercera parte de mi vida, y siete años de producción. Casi nadie conserva un trabajo tanto tiempo y todos nos conocemos. Todavía queda mucha gente con la que empecé en el equipo, algo poco habitual y muy emotivo.

Háblenos sobre la creación de Mad men

Yo trabajaba en un canal de televisión. Era muy similar al mundo de la publicidad, una pelea entre lo creativo y el negocio, entre las finanzas y la creatividad, y sé cómo se comportan en el trabajo las personas creativas. Sabía que cuando se pide a un creativo que haga algo, se le pone una fecha tope. No importa cuándo lo haga, si tiene que entregar algo a las nueve de la mañana, es muy probable que se haya puesto a hacerlo a las siete. Y esa falta de respeto a la autoridad que se tolera en las personas creativas me encanta, forma parte del mundo de la publicidad.

Mad men

También quería hablar de Estados Unidos en su mejor momento, que fue en 1960. Esto lo he dicho ya en otras entrevistas, pero en 1960, Nueva York era el corazón mundial de las finanzas, la literatura, el teatro y la televisión. Se hacían películas, anuncios... de todo, era el mejor sitio, y la publicidad formaba parte de eso. Más tarde, poco a poco, como contamos en la serie, llegamos a 1977, cuando la ciudad está en la bancarrota, y piensas ¿qué ha pasado?

Luego me centré en las historias de los personajes. Cuando empecé no sabía que iba a hacer 92 episodios, igual que cuando escribí el episodio piloto no sabía que tardaría siete años en emitirse. Así que... ha sido como un regalo cada una de las etapas.

¿Cómo eligió el reparto de Mad men

Sentí pavor a la hora de elegir el reparto. Ese guion, como ya he dicho, me cambió la vida: me consiguió un trabajo en Los Soprano, de pronto mi guion se iba a producir, y ni siquiera lo había oído en voz alta. David Chase me dio un consejo el último día que estuve en Los Soprano antes de ir a la lectura del piloto y ponerme a desarrollar la serie, un consejo y un cumplido a la vez. Dijo: 'Entrarán y lo leerán, y te parecerá horrible. No cambies nada. Cuando entre la persona adecuada, funcionará. Es bueno'.

Entró la primera persona, y pensé: 'A ver'. El primero que leyó el papel de Don (Draper) sonaba poco sincero y muy superficial, parecía alguien que imitara una película antigua, que era lo que yo me temía, yo quería que sonara contemporáneo. No quería que fuera algo abstracto.

Mad men

La siguiente en entrar fue Elizabeth Moss, y cuando salió, me fui al servicio de caballeros de aquel sitio, y me miré en el espejo, y me emocioné. Sentí un inmenso alivio. Porque estuvo genial, y era Peggy, sin duda, así que hablé con los directores de reparto, y les dije: 'Si podéis conseguirme un par de chicas más como ella, elegiré la que más me guste, a ver quién lo hace mejor'. Y ellos dijeron: 'No hay nadie como ella'.

Jon Hamm entró, hizo su lectura y se fue. Le dije al director de reparto: 'Es nuestro hombre'. Cuando Alan Taylor y yo le vimos, estaba claro que era un hombre inteligente y muy atractivo, muy versátil como actor, que tenía conciencia y algo que no se podía expresar con palabras, una especie de tristeza... parecía profundo.

¿Cuál es su principal trabajo?

Sé que existe el término "productor ejecutivo", y también ayudo en el montaje, y contrato gente, y elijo el reparto, y a veces dirijo, pero mi trabajo es escribir. Mi trabajo siempre es escribir. Empiezo a escribir tres meses antes de que entren en escena los demás. Empiezo a escribir dos meses antes de que lleguen los guionistas, y nunca paro, y eso llega hasta la sala de edición. Ésa es mi profesión.

Disfruto realmente viviendo en ese mundo de mi imaginación y no me puedo creer que diga esto en voz alta, pero en realidad... es un refugio.

¿Cómo es el proceso de creación de una ficción?

Aquí no una hay fórmula ni género. Eso, por un lado dificulta el proceso, por otro, da libertad, se puede cambiar la serie continuamente y prestar atención a distintos personajes en cada momento.

Para mí, lo más difícil es la historia, y ésa es la parte en la que tengo más ayuda. A los que escriben para mí les cuesta mucho hacerlo. Y lo entiendo. Yo trabajé para David Chase. Y sé lo que es eso. Reescribo muchas cosas. Es muy complicado. Hay que conseguir ejecutar las cosas siguiendo unas notas. Son muchas cosas y hay notas muy específicas.

'Mad men'

Pero cuando se está al mando y se tiene la libertad que la cadena y el estudio me ha dado a mí, es mucho más fácil escribir, al menos, un primer borrador. No se está lleno de dudas, no hay que complacer a nadie, sólo manda la historia. Yo devuelvo el guion a los escritores, y ellos me dan un montón de notas. 'Esto no lo entiendo'. 'Esto no me gusta'. 'Creía que íbamos a hacer lo otro'. 'Esto podrías hacerlo mejor'. '¿Por qué no metemos esto aquí?'. 'Aquí tienes un chiste'. 'Mira esta idea'. No hago nada solo y eso ayuda mucho.

En cuanto a la historia, el pensar en cómo construir la historia, la naturaleza orgánica de la misma, sin partirla en actos, sin fórmulas, es emocionante y aterrador a la vez. Pero trabajo con gente muy inteligente, y siempre encontramos la forma de hacerlo.

¿Toma partido en las decisiones sobre el diseño de producción de la serie?

Dan Bishop es, como muchos de los jefes de departamento, un buen amigo mío, y piensa sobre todo en la historia. Dejo que Dan haga lo que quiere. No me siento seguro contradiciéndole, y hago todo lo que puedo para informarle, al final de cada temporada, de si va a haber una elipsis temporal o algo así, para que sepa que tendrá más trabajo. Le digo cosas como: "Don se ha divorciado. Da igual cómo se comporte, su mujer le ha dejado y él se ha ido a vivir al Village, que le parece guay porque está lleno de jóvenes y vida nocturna. Siempre había vivido en zonas residenciales y ahora se va a Manhattan, al Village, a principios de los sesenta. Pero su vida es un fracaso. Lo sabe y se avergüenza porque sabe que la culpa es suya. Su mujer descubrió cómo era y dejó de amarle. ¿Cómo es su apartamento?'.

¿Y en el proceso de post-producción?

Es muy importante la relación con el jefe de edición. Hemos contado con algunos geniales en la serie. Pasamos juntos tanto tiempo como los guionistas. Piensan como guionistas y ayudan a los directores y a mí a convertir la serie en lo que es.

Mad men

Blake McCormick, productor de la serie, es el rey de la post-producción. La gente no se hace idea de cuántos efectos especiales hay en la serie. Por ejemplo, ¿Qué daban por la tele? ¿Cómo sonaban esas teles? Todo eso pasa por Blake antes de mezclarse, y antes de la edición. Estoy rodeado de genios, yo sólo paso por allí y digo cosas como: '¿Puede ponerse más alto?'.

¿Qué es lo que más echará de menos?

Yo voy un par de años por delante de Don porque se tardó siete años en producir, y verle pasar por puntos en los que yo he estado, o en los que estoy, escribir sobre la ambición, el triunfo, la insatisfacción y la vergüenza, sobre el envejecimiento, el amor, la fantasía y todas esas cosas en la vida de todos los personajes, ha sido increíble.

¿Qué hace que Mad men

Que tiene algo universal, es una trama básicamente humana. La época nos distancia de la historia en cierto modo y la convierte en algo ligeramente alegórico, pero los problemas de celos, de amor... son universales.