Josefina Castellví: "La salud de los océanos asegura la salud del planeta Tierra"

  • Antoni Ballester y su primer viaje a la Antártida le cambiaron la vida

  • Fue la primera mujer en dirigir una base antártica.

Josefina Castellví, Barcelona 1935.

Nació poco antes de que comenzara la Guerra Civil española en una familia barcelonesa; su padre, médico, de donde le viene su pasión por la ciencia, y su madre, ama de casa.

Pepita, como la llaman sus amigos, estudió en la Universidad de Barcelona donde se licenció en Biología. Poco después, consiguió una beca en la Sorbona para especializarse en un ámbito que en España no estaba prácticamente desarrollado, el de la flora bacteriana marina. En esa época en ciencia prácticamente no había mujeres y las que había se dedicaban a lo que podían. Ella misma recordaba años después que las tareas de las mujeres en los laboratorios eran únicamente “limpiar tubos y hacer facturas, pero nunca ser científicas”. Después de París, volvió a su antigua universidad para doctorarse.

Son su amigo Antoni Ballester y su primer viaje a la Antártida los que le cambian la vida. Ballester confía en ella y, gracias a él, pisa por primera vez el continente helado en 1984 junto a otras dos mujeres: la científica Marta Estrada y la periodista Charo Nogueira. El viaje, en el que el grupo iba como invitado, lo monta un grupo de científicos argentinos que sí tenían base allá. El investigador desde entonces se dedicó casi por entero y durante los siguientes 15 años a intentar convencer a las autoridades españolas de la necesidad de construir una base en el continente.

Poco después de la inauguración de esa primera base en la isla de Linvingston, Ballester tiene un infarto cerebral que le inhabilita para seguir al frente de su propio sueño. A pesar de sus dudas, Pepita toma el relevo en ese sueño, que ya en ese punto se había transformado en propio. Continúa su labor como directora, cargo en el que estaría durante cuatro campañas entre 1989 y 1994.

Aunque a ella no le gusta que le llamen pionera, fue la primera mujer en dirigir una base antártica.

A partir de los años 60, trabajó en el Instituto de Ciencias del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, del que fue directora entre 1994 y 1995. La especialista en microbiología marina trabajó durante 24 años en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, fue asesora en las delegaciones españolas en el Tratado Antártico, conferenciante, divulgadora y escritora. Se retiró en el año 2000, después de acumular premios y reconocimientos. Sin embargo sigue dando conferencias sobre la importancia de conservar aquel desierto de hielo.