Lee Miller: "Prefiero tomar una foto que ser una de ellas"

Lee Miller
  • Su deseo de convertirse en fotógrafa la llevó en 1929 hasta París

  • Mujer pionera que desdibujó los límites entre la fotografía artística y el fotoperiodismo, anticipando muchos enfoques

Lee Miller, Estados Unidos, 1907-1977.

Su padre, de ascendencia alemana, era aficionado a la fotografía y con frecuencia utilizó a su hija como un modelo para sus fotografías, entre las que se encuentran bastantes desnudos realizados con la técnica estereoscópica. También enseñó a Lee a realizar fotografías desde pequeña. Con 7 años fue violada por un amigo de la familia, hecho que nunca se denunció por miedo al escándalo.

A los 19 años, el editor y fundador de uno de los grupos editoriales más importantes del mundo, el Conde Nast, salvó a Miller de ser atropellada por un tranvía e inmediatamente quedó cautivado por su belleza. Pocos meses después de aquel encuentro Lee comenzó a trabajar como modelo para revistas como Vogue y se convirtió en una de sus modelos favoritas. Pero un incidente que retrata a la misógina sociedad de la época derrumbó su carrera: una de sus fotografías acabó en un anunció de una empresa de compresas y fue vetada por cualquier firma de lujo.

Su deseo de convertirse en fotógrafa la llevó en 1929 hasta París. Pensó que la mejor forma era empezar estudiando con uno de los grandes maestros en la materia, Man Ray. Se presentó ante él y se ofreció como aprendiz. Aquel desparpajo le valió un puesto como ayudante en su estudio. Ella tenía 24 años y él 40; pronto se hicieron amantes. Lee Miller formó un interesante tándem creativo con Ray y participó en su obra no solo posando para ella sino aportando su enfoque creativo, de hecho se cree que varias imágenes firmadas por él son suyas. En aquella época la capital francesa era el centro del mundo; el arte bullía por todos los rincones y se introdujo pronto en el círculo de los surrealistas. Entre sus amigos estaban Pablo Picasso, Paul Eluard y Jean Cocteau. Su relación duró tres años y pronto se volvió demasiado tormentosa lo que llevó a Lee de vuelta a Nueva York durante unos años para abrir su propio estudio fotográfico.

La Segunda Guerra Mundial hizo que Lee Miller se reinventase de nuevo, esta vez como fotoperiodista. En Londres conoció a la editora de la edición británica de Vogue que le encargó varios reportajes sobre el impacto de la guerra en la vida de las mujeres. Pero ella fue más allá, se hizo un uniforme a medida y cruzó el Canal de la Mancha para cubrir la guerra para la revista, convirtiéndose en una de las cuatro mujeres estadounidenses acreditadas como corresponsales en el conflicto.

Junto a David Scherman, fotógrafo de la revista Life, fue de las primeras en llegar a casi todos los puntos calientes del final de la contienda: estuvo en París mientras entraban en la ciudad las tropas aliadas, en el cuartel general de la Luftwaffe, retrató los cuerpos de los altos cargos de la Gestapo que se suicidaron y suya es la icónica foto en la bañera del piso de Hitler en Munich. En abril de 1945, llegó al campo de concentración de Dachau junto a los aliados. Fotografío los horrores que vio en aquél campo de concentración y Vogue publicó sus fotos en las ediciones americana e inglesa. Las fotografías de Miller sin duda se encuentran entre los contenidos más cruentos que ha publicado la cabecera en más de 125 años de historia.

Tras su experiencia en la guerra regresó a Inglaterra e intentó retomar sin éxito la fotografía de moda. Probablemente sufrió una profunda depresión posparto tras el nacimiento de su hijo, además del trastorno postraumático por lo que vivió en la guerra y una adicción al alcohol que arrastró toda la vida y marcó sus últimos años. En un nuevo intento por reinventarse se dedicó a la cocina. Cuando murió de cáncer a los 70 años, ella misma había sepultado todos sus logros porque eran demasiado dolorosos de recordar. Pero la suya es una figura clave que ahora reclama el puesto de honor que le corresponde en la historia del siglo XX: el de una mujer pionera que desdibujó los límites entre la fotografía artística y el fotoperiodismo, anticipando muchos enfoques.