Un comedor social en el que las familias de Vallecas se sienten como en casa
Vallecas es un pueblo situado al sudeste de la Comunidad de Madrid. Un municipio singular que existe como tal desde XVII y en la que Tirso de Molina situó su obra 'La villana de Vallecas'. En el siglo XIX, comenzó a crecer y se convirtió en el destino de muchos emigrantes procedentes del medio rural. Así, poco a poco, jornaleros y pequeños artesanos se fueron acomodando en el distrito, y las industrias empezaron a desarrollarse también allí, dando forma al municipio obrero y luchador que conocemos actualmente. En los años 50, Vallecas recibió otra oleada de inmigrantes llegados desde zonas agrarias del país.
Paseando por sus calles nos encontramos pequeños bloques de pisos alternados con colonias organizadas de casitas adosadas. Un pueblo familiar de trabajadores que se ha visto azotado por la crisis económica, Vallecas es un lugar de referencia para las familias que emigran desde otros puntos del país y del extranjero. Allí todo el mundo es de Vallecas, aunque muy pocos nacieron en el pueblo. Un municipio que da la bienvenida a sus habitantes con los brazos abiertos, y de ese modo han recibido la apertura de un nuevo centro de Mensajeros de la Pazjunto al Pozo del Tío Raimundo, una zona emblemática.
Desde el día 4 de febrero, Vallecas cuenta con un comedor familiar que da de comer diariamente a 60 personas, aunque tiene cabida para 20 más. Los usuarios son personas con dificultades económicas que han acudido a los servicios sociales en busca de una ayuda para sobrellevar la situación, y desde allí se les ha adjudicado una plaza en el centro. Ésta es una zona con mucha demanda, por eso el nuevo comedor de Mensajeros de la Paz supone un gran alivio para las familias que van allí cada mediodía.
Pero este comedor es muy diferente si lo comparamos con otros comedores sociales. Cuando entras en él, lo que sientes es haber llegado a un hogar. Un entorno cálido te recibe con el olor sabroso de la comida de sus pucheros. Los usuarios, todos ellos habituales y registrados a través de los servicios sociales, reciben un trato cercano tanto por parte de los voluntarios que sirven la comida como por el resto de comensales. No llegan solos, vienen a comer en familia. Las mesas y las sillas lucen vistosos colores, la luz entra generosa por las cristaleras y los voluntarios que allí trabajan, además de un plato caliente, ofrecen su mejor sonrisa para crear un ambiente de confianza que hace que los visitantes se sientan como en su casa.
La campaña 'Quiero dar lo mejor de míque Mediaset España puso en marcha estas navidades, en colaboración con Mensajeros de la Paz, recaudó más de 125.000 euros gracias a la solidaridad de los españoles. Estos fondos han sido utilizados para abrir este comedor familiar en Vallecas y ponerlo a funcionar, además, la campaña ha atraído a muchas personas que ,movidas por su generosidad y ganas de colaborar, han llegado a la ONG dispuestos a convertirse en voluntarios. Algunos de ellos son parados que todavía reciben algún tipo de prestación y no dudan en ofrecer toda la ayuda que puedan aportar.
Éste es el caso de Fátima, una estudiante de Derecho y Ciencias Políticas que ocupa su día libre ayudando en el centro. Pero son muchos de los usuarios los que también colaboran en el mantenimiento del centro, ya sea limpiando las instalaciones o, incluso, haciendo los trabajos de cuidado y poda de los jardines. Personas colaborativas que están deseando ayudar en todo lo que esté en su mano sin pedir nada más que un poco de satisfacción.
Entre los usuarios del comedor hay familias en las que encontramos incluso 3 generaciones: abuelos, hijos y nietos compartiendo mesa al calor de un cocido. Muchas de ellas se han encontrado siempre en una situación económica delicada, pero otras se han visto arrastradas a la precariedad por la crisis. El segundo caso es cada vez más habitual, y resulta muy duro para sus miembros asumir que necesitan una ayuda, tal y como nos cuenta Ana, la directora del comedor, pero los sentimientos de frustración o vergüenza, aunque inevitables en muchos casos, son lo primero que desde el centro quieren hacerles olvidar, ya que lo importante es saber que pueden contar con el apoyo de un grupo de personas llenas de solidaridad que, además de comida, reparten mucho ánimo y cariño. Poco a poco, estas familias se van encontrando más cómodas en el comedor y les ayuda mucho conocer a otras familias con quienes comparten muchas experiencias. El buen ambiente es tan importante como la comida.
El centro se aloja en una antigua residencia de ancianos que pertenecía a la Comunidad de Madrid, organismo que, junto a la consejería de Inmigración, ha puesto mucho empeño para que el proyecto saliese adelante. Coordinados con los servicios sociales, se estudia la situación de cada una de las familias propuestas para comer en el centro. Aquellas sin recursos o que reciban prestaciones muy bajas tienen preferencia. Se les hace una entrevista y se les exige un compromiso ya que los recursos son bastante limitados y existe poca rotación de usuarios. No se forman colas, ya que todos ellos acuden sabiendo que van a recibir su ración alimenticia pero, eso sí, jamás sobra comida.
El comedor abre de 13 a 16 horas todos los días lectivos, en los que ofrece comida de catering, y los viernes, cada familia se lleva un paquete de productos no perecederos para subsistir durante el fin de semana. Las raciones están personalizadas, teniendo en cuenta el número de miembros que tiene la familia y si hay niños en casa (para quienes se añaden más galletas y leche).
Nos sentamos a la mesa con una de las comensales que, con una sonrisa muy apacible en su rostro nos cuenta lo mucho que agradece la existencia del comedor. “He estado en otros comedores sociales, pero ninguno era como éste. Aquí he encontrado un ambiente muy familiar, y cada día vengo sabiendo que habrá un plato para mí”. La trabajadora social le llamó para ofrecerle una plaza en el centro de Mensajeros de la Paz, y ella acude cada día para disfrutar del menú sin prisas, saboreando cómodamente cada cucharada y sintiéndose arropada por los voluntarios. Ella llegó a España en busca de trabajo. Actualmente se encuentra en paro, pero gracias al comedor ha hecho amigos: “Venir aquí me ha servido para conocer a gente de otros países y relacionarme con ellos. Nos ayudamos unos a otros a la hora de buscar trabajo. Si nos enteramos de algo lo compartimos con aquellos a quienes les pueda interesar”.
Y es que entre los vecinos de Vallecas existe un espíritu de colaboración muy fuerte. Sus habitantes defienden a conciencia los movimientos sociales, valoran la riqueza cultural de sus gentes y apoyan la proliferación de actividades culturales. Ahora, además, cuentan con un espacio familiar en el que aquellos que necesiten una ayuda encontrarán una mano que les sirva una ración de bienestar. Gracias a todos por hacer posible que proyectos como éste salgan adelante.