Construyendo fortalezas, derribando muros: una mirada psicológica hacia la dislexia

Marina Bazaga 21/02/2019 11:45

Nuestra identidad comienza a construirse desde nuestros primeros minutos de vida. Las palabras, el lenguaje, simbolizarán y aludirán todo aquello que contactemos desde que llegamos al mundo, incluida nuestra propia experiencia (qué siento, qué pienso, qué quiero, qué opino…). Nuestro “yo” viene de las interacciones que tenemos con los demás. La conducta “se hace”, se fabrica. Los niños comienzan a conocerse y a “verse” a sí mismos a través de las palabras de los palabrasadultos Imaginad la importancia, por tanto, de que éstas sean adecuadas y la responsabilidad del entorno que está formado por todos aquellos agentes de socialización que rodean al niño, desde los padres, abuelos o profesores (a nivel micro), hasta el sistema cultural del momento (a nivel más macro).

La manera de prevenir posibles secuelas emocionales en niños/as con diagnóstico de dislexia y preparar a los niños/as en general para la vida, va a implicar tanto cuidar nuestro lenguaje como cambiar nuestra mirada sobre lo que está pasando, entre otras cosas. Si queremos ser capaces de ver realmente a quien tenemos delante de nosotros, tendremos que hacer un esfuerzo por mirar de otra manera, tratando de dejar a un lado nuestras expectativas o deseos. Las personas a veces tenemos opiniones y/o creencias sobre cómo nos gustaría que fueran los otros e incluso, sobre cómo deberían ser, algo que puede impedir que veamos a los demás con precisión y amplitud.

Los problemas no están en las capacidades sino que se crean en la vida de las personas a través de lo que hacemos y decimos sobre los otros. Normalmente, existe una tendencia a hablar en términos de “cómo es” cada uno (es decir hablar en términos valorativos), más que en términos de “cómo se comporta” y “qué puede hacer” (es decir, hablar en términos descriptivos). Este hecho, al mismo tiempo que influye en nuestras expectativas y creencias sobre alguien, limita el comportamiento de la propia persona: “si así, no hay nada que yo pueda hacer y no hay nada que los demás puedan hacer”. Y este mensaje, en realidad, no corresponde en absoluto con las amplias posibilidades que nos ofrece nuestro comportamiento en el horizonte de aprender.

Familiaricémonos con maneras diferentes de hacer las cosas y de aprender. Todas son posibles, aunque no todas sean igual de eficaces para alcanzar algunos objetivos. Podemos adaptar los diferentes contextos, podemos ajustar diferentes formas de llegar a un objetivo, siempre que sea posible y necesario, pero no invalidemos ni estigmaticemos la diversidad y visibilicemos las diferencias para no limitar las posibilidades porque todos somos importantes y podemos brillar, por ello, es importante que los niños/as con dislexia puedan seguir encaminándose hacia distintos escenarios y retos de la vida donde el papel del adulto es fundamental, enseñémosles a integrar experiencias con nuestra manera de actuar. Los adultos somos modelos y referentes de vida así que aprovechemos la oportunidad que tenemos para hacer más libres a los futuros adultos.

Algunas recomendaciones a tener en cuenta si queremos favorecer que los niños/as con diagnóstico de dislexia cuenten con un desarrollo emocional funcional:

  • Tratar de observar de manera objetiva su comportamiento y de describir lo que ocurre, más que entrar a valorar si es “bueno o malo”, “mejor o peor”…
  • Reconocer sus capacidades y sus fortalezas.
  • Comprender su conducta en el contexto en el que tiene lugar, algo muy importante para no incurrir en el error de que “Pedro es de una manera”, sino “Pedro ha actuado así, en esta circunstancia concreta”.
  • Aceptarles en su totalidad. Los niños/as que se sienten comprendidos por sus padres, pueden permitirse ser auténticos, sin temor a ser rechazados. Esto, a su vez, les permite aceptarse a sí mismos, la clave de la autoestima.
  • Validar su manera de sentir, pero evitar que se convierta en un impedimento para actuar y seguir intentando algo.
  • Conectarles con sus metas a largo plazo (“de mayor quiero ser…”; “me gustaría conseguir…”) y con las ventajas de persistir en el aprendizaje.
  • Permitir que convivan con el fracaso sin enemistarle con él: los errores forman parte de la vida, no definen quienes somos.
  • Atender a los niños más allá del diagnóstico de la dislexia: tu hijo/a es mucho más que una etiqueta.
  • Recalcar todo lo que pueden hacer, aun con formas diferentes de aprender.
  • Buscar recursos para ayudarle. Se pueden flexibilizar los objetivos sin abandonarlos.

*Marina Bazaga es Psicóloga en Nexo Psicología Aplicada